Amatista, ópera erótica (con boleros)

de Andrés Gerszenzon

(adaptación libre de la novela “Amatista” de Alicia Steimberg)

Estreno 16 de marzo de 2016, 21 hs.
Teatro Hasta Trilce, Maza 177 (CABA)

Espectáculo con lenguaje sexual directo. Menores de 16 años se sugiere la compañía de mayores.




Regié: Diego E Rodríguez
Dirección musical: Andrés Gerszenzon
Obras visuales: Ana Moraitis

Elenco
Mercedes García Blesa (Amatista)
Bárbara Perrotta (Mariolina)
Ana Moraitis (Señora)
Lucas Werenkraut (Doctor)
Isaías Sirur (Pierre)

Federico Orlando (violín)
Juan Ignacio Ferreras (violoncello)
Pablo Bruni (contrabajo)
Victoria Gianera (piano)

Asesoramiento corporal: Germán Ivancic
Iluminación: Rodrigo Gónzalez Alvarado
Vestuario: Martin Coronel.
Idea escenográfica: Diego E Rodríguez
Realización escenográfica: Osvaldo Malizia
Producción escénica: BARBADOS





“… el erotismo es frágil como un lirio…”

Palabras sobre la adaptación y la composición de la Opera.

Amatista (1989, Tusquets)) de Alicia Steimberg (Buenos Aires 1933-2012) fue finalista del XI Premio La Sonrisa vertical. Novela erótica, cuya trama nos lleva a asistir a las sesiones de iniciación en “el alfabeto maravilloso” del cuerpo y las fantasías femeninas, que un anónimo Doctor recibe de parte de una (también anónima) Señora. Las sesiones son ilustradas por la Señora con las historias de fantasía erótica desbordada que protagonizan Amatista, Pierre y Mariolina. La ficción se filtra poco a poco en la realidad de los encuentros. El entramado de la novela se sostiene de un elegante y delicado humor que nos invita a desatar cada nudo de nuestros prejuicios para apreciar una visión original y reveladora del erotismo en el universo femenino.

Ahora bien, poner en música un texto es, esencialmente, una forma de leerlo y a la vez, una manera de traer al presente la voz de su autor, de re-presentarla. También es traerla en el cuerpo, es entregar nuestro cuerpo y nuestro tono. Con susurros, con ritmos, con cadencias. Es resonar en las palabras del otro, entrar en el otro y acurrucarnos. Es dar forma y reverberar en voces e instrumentos.

Pasa que cuando el texto es Amatista y las voces se transforman en una oda al clítoris, en loas a penes erectos, en una alabanza a los pechos soberbios o en un cantar de ángeles desnudos y gozosos masturbándose unos a otros; cuando un éxtasis de placer, de jadeos y de juegos, de lenguas y de bocas rojas y ardientes estallan en toqueteos y caricias; cuando oleadas de muslos y escotes y pezones y deleites y posturas y clamores y perfumes y desaforadas danzas te abrazan en un vértigo: ¿qué ecos nos harán resonar hasta hacernos desaparecer?

Palabras sobre la creación escénica.

El primer encuentro que tuve con el material, al recibir la propuesta de Andrés Gerszenzon, me provocó una profunda incomodidad. Incomodidad que inmediatamente generó la pregunta ¿por qué? Con el correr de las horas fui entendiendo que la obra ponía en tensión fuertemente toda mi cultura erótica, había algo que me desorientaba y que no era sólo aquello que la palabra nombraba con tanta (¿alguna vez es tanta?) libertad.

Luego al leer la a novela de Alicia Steimberg, poco a poco fui entendiendo, como el personaje del Doctor, que me encontraba frente a una escritura de una lucidez muy particular, muy específica, y conmovedora, la lucidez femenina. Escritura que me proponía y obligaba como hombre, macho y argentino que soy, a desandar mi falo implacable, para por primera vez, tal vez, entregarme a subir la pendiente del encuentro erótico guiado de un saber que siempre estuvo a mi lado, deseante, amante y anhelante de mi ignorancia.

Semejante conmoción me desafiaba a construir un mundo en la escena, acogedor de ese saber femenino del que soy un profundo y deseoso ignorante.

¿Cómo construir un lenguaje que evite toda la hojarasca espectacular que la cinematografía y el melodrama ha sabido proveer al más profundo, diverso y simple de los rituales, el ritual erótico? ¿Cómo acompañar la sensibilidad de los actores para que el pudor saludable, que preserva lo íntimo frente al público, los condujera a crear con sensibilidad y arte el signo que diera cuenta toda la libertad erótica y erógena que la literatura de Alicia convoca?

Responder estas preguntas en público sería obsceno, sólo me atrevo a invitar al potencial espectador a que tenga un encuentro deseante con la obra y que en libertad sea su intimidad la que le susurre al oído sus gustos.

“... un mundo de dedos y labios y palabras…”